El jeque llegó como un Dios y deja numerosas promesas incumplidas y al equipo en Segunda División en manos de un administrador judicial.
Una década perdida es un tiempo de estancamiento económico, un término que ha surcado América Latina, Japón, la propia Gran Bretaña en su época de posguerra y ha recalado en Málaga. Esta semana, el Málaga CF cerró su particular década perdida. Diez años después de su llegada y de adquirir el club por 30 millones de euros (deuda de 14 incluida), el jeque catarí Abdullah Bin Nasser Al Thani, así como el resto de su familia, fue apartado del sillón de la presidencia por orden de la juez titular del Juzgado de Instrucción número 14 de Málaga.
Un empresario, aficionado al fútbol y a los caballos, que aterrizó para elevar a las alturas al Málaga CF, salvarlo de su deuda y ponerlo en la élite del fútbol mundial. Y así fue -al principio-, porque el equipo costasoleño tocó la gloria al jugar la Champions y clasificándose hasta cuartos de final y muy cerca de acceder a las semifinales.
El jeque dejó de invertir en la temporada 2012-13, comenzaron los impagos y la UEFA sancionó al club con una multa que le impidió volver a jugar Champions y comenzó un sendero de espinas que acabó con el descenso en la campaña 2017-18.